Como violé a mi novia y a su amiga P1 Presentación

domingo, 8 de agosto de 2010

EXPERIENCIA ASOMBROSA EN GRANADA (parte 1ª)




Llevaba saliendo con Sandra unos tres años cuando ella, al terminar la carrera y antes de incorporarse al mundo laboral que ya tenia predeterminado (en la empresa familiar) decidió darse un año semi sabático, con la excusa de un Master. Eligió Grabada como un sitio lo suficientemente alejado del hogar paterno, situado éste en Bilbao, para realizar el postgrado.


Los últimos cuatro años los había pasado estudiando en la Universidad privada de Pamplona y no sentía ninguna llamada al nido familiar. Nunca me razonó la motivación para irse tan lejos y yo, realmente, tampoco me preocupé demasiado. Nuestra relación era bastante precaria, a pesar del tiempo que llevábamos, los cimientos de nuestro noviazgo tenían los pies de barro.


Poco tiempo después de que Sandra se instalara en la ciudad de la Alambra fui a visitarla, había escogido un diminuto encantador apartamento en el centro de la ciudad.


Yo no fui la única persona que decidió visitar a Sandra. Ana una antigua compañera del piso en el que vivían hasta el año pasado en Pamplona, también creyó conveniente pasar unos días en el sur.


Yo llegaba un día antes que Ana, bajé en mi propio coche, una paliza de casi doce horas de autopistas y CDS. Esa ventaja me permitió pasar la noche haciendo el amor con Sandra, a pesar del cansancio del viaje, saber que en unas horas perderíamos nuestra intimidad, motivó mi esfuerzo, cosa que mi chica agradeció. Esa noche fue especialmente afectuosa, yo di por sentado que se debía a las seis semanas en las que habíamos estado separados, INOCENTE, hay que ver que ciegos podemos llegar a ser los tíos.


Desde un principio noté a Sandra diferente, impedía en todo momento que me sobrepasara con el alcohol y me pidió que no fumara ningún tipo de relajante, me quería activo y preparado para la maratoniana jornada de sexo que nos esperaba. Fuimos a cenar a uno de los restaurantes más caros de Grabada, y en los postres me llevó al baño de mujeres, Sandra vestía un carísimo vestido de Prada, negro como su conciencia, sin sujetador como mi moral, y por si hiciera falta algún estímulo añadido me abrazó empujándome contra el lavabo y mordiéndome el lóbulo me susurró: -"No lleva nada más que el Prada"- en una fracción de segundo, tiempo que me llevó asimilar la información, me lancé a realizar una Santomasina comprobación y al igual que el apóstol introduje mi dedo en el agujero, nos brotaron: a mi carcajadas nerviosas y a ella un reguero de fluidos vaginales, estimulada por el hábil movimiento de mis dígitos en un terreno que tan familiar les resultaba, otra sorpresa que con alegría descubrí fue que su tradicional super depilación había sido sustituida por otra total al cien por cien. –"Joder ¿Qué otras sorpresas me pueden espera esta noche?"- Pensé.





Frené el morboso juego y la convine a que pagáramos la cena y nos fuéramos al apartamento y me presentara el nuevo desértico territorio. Salimos del restaurante y caminamos los doscientos metros que nos separaban de su portal. En el camino nos metimos mano de manera compulsiva, en alguna de estas acciones provocó que su caro vestido regalara vista maravillosas a los pocos transeúntes que nos encontrábamos.


Una vez en el portal, mientras Sandra abría la puerta, me sorprendió (acariciando sus muslos) encontrarme con el viscoso líquido de la excitación, cambié de pensamiento al entrar en el portal y ver una elaborada fuente presidiendo el pequeño patio abierto, me encantan esas tradicionales construcciones típicas Andaluzas.


Entre magreos, peldaño a peldaño, alcanzamos la puerta de su apartamento, no pude examinarlo debido a la oscuridad, entre empujones nos encontramos en la cama en un abrir y cerrar de ojos, tan rápido como el desnudo de mi chica, deslizó los tirantes de su oscura prenda que vi caer al suelo rozando sus hombros hasta estrellarse silenciosamente en la madera de la habitación, ofreciéndome una hermosísima vista del lampiño cuerpo.


Ella me ayudó a desvestirme, me quitó los pantalones y el bóxer y se centró en darle una calida y húmeda bienvenida a mi pene. Mientras yo luchaba con mi camiseta, Sandra introducía mi glande en su boquita y apretaba mi poya entre su lengua y el cielo de su boca. Yo que soy de natural generoso, quería devolver a mi chica las atenciones que me estaba prestando, así que tracé un radio perfecto con centro en el punto de unión de mi falo y su boca hasta llegar a la intersección de sus ingles con mi paraíso, antes incluso de que mi legua llamara a la puerta de su clítoris, el nivel de excitación de Sandra era tal que pensé que me iba a ahogar, lleno de lujuria comencé mi típico cunnilingus, con mis manos amasando sus glúteos, lamí con deseo los laterales de su sexo, que continuaba emanado amor, separé con mi lengua sus labios sureños y entré todo lo que pude en ella, que había dejado de prestarle atención a mi miembro para concentrarse en ella misma, tirando de su cintura con mis manos, acerque su colorado botón hasta mi boca y antes incluso de que pudiera besarlo, Sandra se estremeció, contrajo su musculatura y comenzó a llover. En un primer momento pensé que se había orinado, pero el color y sobretodo el olor del líquido me demostraron, para mi sorpresa, que mi chica se estaba corriendo. Dude, no sabía si dejarla terminar tranquila o ayudarla con suaves caricias clitorianas, me decidí por esto último y creo que ella me lo agradeció, la espasmódica lluvia se acompasaba con los delicados besos que mi lengua le dedicaba a su clítoris y mi pulgar e índice derechos practicaban una suave pinza en el pequeño espacio entre su sexo y su recto. La acción se prolongo durante unos segundos, el tiempo que su orgasmo mojaba mi cara y caía por mi cuello empapando las sábanas. Al terminar la lluvia me deslicé hasta su ruborizada carita, cubierta entre el colchón y su rubia melena, aparté un dorado mechón y la besé en la mejilla mientras la abrazaba.





Nuestros ritmos cardiacos descendieron, no así mi erección y, sin hablar, nos besamos tiernamente. Al rato Sandra abandonó la cama para dirigirse al baño, encendió la luz y pude ver el contorno de su hermosa figura, su moderado pecho y sus redondas caderas, imagen perfecta para quedarme dormido mientras ella se aseaba, pero tras el ruido de un frasco abierto y el rápido abrir y cerrar del grifo del lavabo, Sandra volvió corriendo al lecho y comenzó a besar mi pene en un cargado ambiente mezcla de sudor y sexo. Yo casi había abrazado a Morfeo pero preferí abrazar los pechos de mi novia, la levanté y cambié su boca en mi polla por sus labios en los míos, la miré con sorpresa pero Sandra escondió la mirada, girándose se colocó a cuatro patas, la rodeé situándome en su digamos…. Espalda (vale como eufemismo) la abracé por detrás, cogiéndola de las tetas, duras como siempre, agradecidas como nunca. Besé su cuello y salude una por una al millón de pecas de su espalda, sin prisa, con paciencia, cosa de la que mi novia adolecía en esos momentos ya que con su mano derecha comenzó a introducir mi verga en su calida cueva, todavía húmeda, mi polla entró en Sandra sin resistencia casi absorbida, sin darme tiempo a asimilar esa acción, mi chica, en su canina postura, utilizó sus eternas caderas para lanzar golpes de ariete contra mi pobre vientre, me acompasé a su ritmo y me agarré a sus pechos, en cada embestida yo apretaba más y más sus tetas, pellizcaba sus pezones, mordía su cuello, me ayuda de mi cuerpo para caer sobre ella y entrar en su ser más y más profundamente, la respiración entrecortada me estaba delatando, el final se acercaba y mi esencia estaba a punto de manar, la muy cabrona lo notó, así que desahució mi polla de su coño en un rápido gesto y con su mano izquierda presionó hasta el estrangulamiento la base de mi miembro evitando mi precoz eyaculación, -" TODAVIA NO"- gritó. Me tumbó boca arriba y me beso todo el cuerpo, se centró en mis pezones, mordiéndoles sin compasión. Traspasó su canibalesca actitud a mis orejas y mi cuello, y cuando lo consideró oportuno, se colocó encima mió y comenzó a cabalgarme, otra vez me sorprendió la enorme facilidad con la que mi pene encontró su sitio casi sin la ayuda de su huesuda mano. El galope empezó lentamente, al trote, poco a poco fue aumentando el ritmo, mientras yo alzaba mis manos buscando sus tetas, la frecuencia aumento, y yo bajé mis manos hasta sus caderas en un intento de acompasar nuestras embestidas así nos golpeamos un tiempo, entre sudores y jadeos cuando su nivel de excitación alcanzaba su clímax, Sandra se dejo caer hasta que su cabeza tocó el colchón, en esa postura mi polla chocaba brutalmente contra la pared frontal de su coño, volviéndola loca, y aunque me dolía, ver el placer que la estaba dando hizo que me olvidara del dolor y aumentara los empujones en frecuencia y fuerza, al igual que nuestros gemidos que se habían convertido ya en auténticos gritos de placer y locura, con unos estertóreos golpes solté todo mi semen, al mismo tiempo que otro generoso arroyo inundaba mi bajo vientre. La muy zorra SE HABIA VUELTO A CORRER.

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