Irene se masturba

domingo, 8 de agosto de 2010

¡Qué bonito es el sexo!

A cada uno nos excita una forma diferente de verlo, sentirlo o practicarlo y ante tanta variedad cualquier representación es válida. Desde uno solo o sola hasta en grupo, todo vale siempre que la voluntad de las partes las acepte.

A mí me gusta todo o casi todo, eliminemos el sado como forma de expresión sexual, no me gusta pero acepto a aquellos que lo experimenten de cualquier forma. Lo que más me atrae es ver a una mujer masturbándose. Si está desnuda, mejor.

Esto lo descubrí hace algún tiempo. Mi vida sexual es satisfactoria. Mi relación con mi mujer es plena y no necesito salir a la calle a buscar ninguna conducta sexual, de ningún tipo, porque en casa tengo lo que necesito. Una bella mujer, liberal, cuerpo bonito, inteligente. Esto no descarta que pueda mirar o desear a otras porque tengan un atractivo distinto, simplemente las sensaciones reclaman mi atención como a cualquier persona.

Precisamente, en base a estos principios, mi mujer y yo tenemos a una buena amiga. También atractiva pero de belleza diferente, y esto hace que me guste estar con ella. Se llama Irene.

En Semana Santa, mi mujer y yo decidimos irnos unos días de vacaciones a Valencia, a un pueblo cercano a la capital junto a la playa. Nos acompañó Irene, aceptó nuestra invitación en el mismo momento de la propuesta.

Llegamos al apartamento. Un apartamento con dos habitaciones cuyas puertas estaban situadas una frente a la otra, justo a la entrada de la casa. Nuestra pared coincidía con la cocina estilo americana hacia el salón, mientras que la de Irene al aseo. Una gran terraza nos permitía ver el mar directamente sin edificaciones que entorpecieran tan maravilloso espectáculo.

Dos tumbonas permitían tomar el sol con tranquilidad, una mesa y cuatro sillas permitían reposar la comida frente al mar. La decoración era sencilla, sin elegancias pero sin escasear de la comodidad de cualquier domicilio.

Durante los primeros días disfrutábamos de tertulias divertidas, serias, entretenidas….. mucho temas que nunca tenían fin salvo que el sueño interrumpiera la conversación.

La mayoría de las veces me encargaba de hacer la compra. Cuando ellas dormían la siesta o simplemente se limitaban a ver la televisión, me marchaba a comprar para tener de todo, sobre todo bebidas refrescantes y cómo no, algo de alcohol.

Una tarde a mi regreso de las tareas que me había encomendado, y antes de lo previsto, me presenté en el apartamento. Entré sigilosamente, como siempre, para no despertarlas en el caso que estuvieran dormidas. Efectivamente, dormitaban en la terraza tomando el sol. Entré en la cocina con las bolsas de la compra viendo desde la puerta la desnudez de ambas expuestas a la brisa marina. Sin comentario alguno, guardé la comida y la bebida en los sitios dispuestos para tal fin. Un tropiezo involuntario por mi parte, hice que despertara mi mujer que sin hacer ruido se dirigió a mí para recriminarme el descuido. Me echó de la cocina para que no viera desnuda a Irene. No es precisamente una mujer celosa, lo hizo para que nuestra amiga no se incomodara al sentirse mirada en esas condiciones.

Irene despertó. Nos vio hablando. Se puso el bikini y se vino a nosotros para charlar. Preparó café con hielo para los tres y nos fuimos a la terraza a saborearlo. Fue cuando mi mujer se puso el tanga dejando sus pechos al aire ante nuestra presencia. Me quité la ropa para quedarme con el bañador.

Miraba a Irene de forma distinta a como la miraba antes. Con su tanga y su parte de arriba bien pequeño despertó en mi unos deseos que hasta entonces no había sentido. Esta situación me provocó cierta excitación. Imaginarme a Irene nuevamente desnuda sobre la tumbona. Fui a mi habitación para que pudiera disminuir mi estado.

A mi regreso junto a las bellas damas, las encuentro a las dos en top-less. Radiantes las dos. Me costaba trabajo no ser descarado al mirar los pechos de Irene, no podía evitarlo. Eran preciosos, firmes.

Decidimos dar un paseo por la playa. Una tarde como otra más. Sentados en una terraza refrescábamos nuestras gargantas acompañados de charlas interesantes. Al llegar la noche, decidimos irnos a casa a cenar. Me encargué de preparar una comida fría basada en una ensalada y embutidos y patés variados sobre pan tostado. Una botella de vino nos acompañaba. Al termino de tan suculenta cena, decidimos marcharnos a tomar unas copas a los distintos bares de la zona, cercanos para no tener que conducir el coche.

Sobre las cuatro de la madrugada regresamos al apartamento. Pasé a la habitación para quitarme toda la ropa y ponerme el bañador. Antes de acostarnos entré en el aseo. La costumbre de estar en casa a solas con mi mujer, dejé la puerta abierta mientras me quitaba la única prenda que me quedaba y darme una ducha y poder dormir bien fresco. En ese momento, Irene hizo ademán de entrar también viéndome completamente desnudo. La cara de ambos fue un poema, ella se puso colorada a la vez que me pedía perdón mirando mi intimidad.

Se giró y se marchó a su habitación hasta que salí del baño. Fue cuando ella entró en el aseo con el mismo fin. Al escuchar el agua caer sobre la base de la ducha, salí de mi cuarto hacia la cocina para tomar algo frio antes de ir a dormir. Observé que la puerta del baño estaba entreabierta, no la cerró tampoco. Pasé de largo con mi bebida hacia la terraza. Me senté sobre una tumbona mientras miraba al horizonte.

Unos minutos después llegó Irene para colocarse junto a mí. Le ofrecí de mi bebida o si por el contrario quería algo distinto, estaba dispuesto a levantarme y prepararle algo que fuera de su agrado, pero ella aceptó lo que yo tomaba dándole un sorbo.

Mi mujer estaba sobre la cama, dormida y desnuda. Me acosté a su lado con las mismas prendas que ella tenía. Tumbado boca arriba miraba al techo pensativo en la desnudez de Irene. Oigo pasos por el pasillo que se acercaban a nuestra habitación, por lo que cerré los ojos aunque no del todo, simplemente podía ver medio borroso el contorno de Irene asomándose por la puerta para mirarnos. Estuvo unos segundos contemplando nuestra desnudez y se volvió a su habitación.

Dio la luz. La claridad se vislumbraba por el pasillo con cierta intensidad. A los pocos segundos la iluminación disminuye al encender la lámpara de la mesilla y apagar la del techo. No era capaz de dormir, miraba al techo y veía a Irene una y otra vez sobre la tumbona desnuda. Casi se convierte en obsesión.

Oigo un gemido. Me levanto para acercarme sigilosamente hacia la habitación de Irene. Tenía la puerta ligeramente abierta, lo suficiente como para poder verla desnuda nuevamente. Depilada completamente. Su mano izquierda acariciaba sus pechos pellizcando suavemente sus pezones mientras que su mano derecha, colocada estratégicamente entre sus piernas, acariciaba la entrada de su vagina. Movía la mano lentamente en busca de su clítoris para darse placer y de vez en cuando introducía un dedo hacia el interior. Descendía su mano humedecida hasta encontrar la entrada del orificio anal para meter el dedo más largo. Sin sacarlo, metía otro en la vagina.

Me estaba provocando una erección mayor que el que produjo por la tarde obligándome a masturbarme mientras contemplaba tan maravilloso espectáculo. Irene estaba a punto de alcanzar un nuevo orgasmo frotándose con mayor celeridad su clítoris empapado en flujo vaginal. Cuando terminó, se quedó de medio lado descansando de tan dulce momento. Se incorpora para sentarse sobre la cama y levantarse para ir al baño, momento que aproveché para regresar a mi habitación.

Me tumbé nuevamente boca arriba, con una erección que casi podía doler. Volví a cerrar los ojos haciéndome el dormido. Nuevamente Irene se acerca a nuestra habitación. En esta ocasión no se esconde como la primera vez al creer que me encontraba dormido de verdad.

Posiblemente quiso experimentar alguna sensación nueva. Se acercó a mí. Con mucho cuidado agarró mi pene acariciándolo muy despacio. Se lo llevó a la boca para hacer lo mismo con la lengua. Seguí fingiendo aunque no podía aguantar mucho más el placer que me estaba proporcionando.

Se levantó soltándome con suavidad, me dio un beso en la boca y se marchó a su habitación. Si poder remediarlo me masturbé hasta que el líquido contenido en mí salió con fuerza para caer en mi pecho. Me levanté, fui al baño y me limpie como pude para no hacer ruido.

A la mañana siguiente, Irene estaba en la cocina junto a mi mujer, las dos hablando de sus cosas, pero lo más maravilloso es que las dos estaban completamente desnudas. Cuando me acerqué, mi mujer que quitó el bañador para que estuviéramos los tres en igualdad de condiciones.

Irene se vistió y se marchó a comprar. Entonces fue cuando mi mujer me cuenta todo lo que pasó por la noche. Lo más sorprendente es que Irene se masturbaba a sabiendas que yo la miraba y que cuando entró en la habitación para tocarme, sabía que no estaba dormido. Todo pasó porque por la tarde, mientras compraba, se pusieron de acuerdo para provocar aquella situación.

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