Se que no lo soñé

domingo, 8 de agosto de 2010

Noche de domingo; soledad y lluvia.

Es medianoche, quedo sola frente a la PC, sentada en posición de loto, descalza y como único atuendo, un pijamas de satén azul, que se desliza, produciendo cosquilleos a mi piel desnuda.

El no llega.

Lo espero como si de su llegada dependiera mi vida.

Con el pasar de los minutos, la realidad me dice que él no vendrá.

Yo espero.

Películas viejas, palabras cruzadas, el chat...lo de siempre: edad...estado civil...de donde eres...tienes MSN...que tienes puesto...medidas...tienes cam. ..quieres verme?...etc., etc., etc., me siento como res en exposición.

Ya las tres de la mañana...él no viene.

Su recuerdo, el pijama y la lluvia están enviciando mi cuerpo.

La salvación llega de la mano de un marplatense...profesor de niños especiales...hablamos del tema (dice ser romántico).

Me escribe un poema (malísimo), con pretensiones de erótico, pero se acobarda (me divierto)...¡¡¡pobre!!!

Me escribe una poesía por mi cumpleaños (peor que el poema), yo paso el mal trago viendo las imágenes satelitales de la tormenta sobre mi ciudad.

Las cuatro treinta, ya no vendrá, despido al pseudo -romántico-poeta y me voy a dormir.

Llueve a raudales, me abrazo a la almohada y la noche hace el resto...

Nueve treinta, suena el teléfono, me despierto al instante.

Me quedo en la cama y como ráfagas llegan a mi mente imágenes de un sueño que me sobresaltan: una silla...un torso desnudo...mis manos inquietas buscando su sexo...la penumbra de un cuarto -mi cuerpo se excita- y es cuando percato la sensación de su carne ocupando mi espacio.

Intento y no puedo recordar ese sueño -maldigo mi memoria- y me dirijo al baño.

La sensación persiste, es como un ancla clavada en mi puerto, me meto en la ducha...el agua está fría...no importa -pienso-, despejará mi mente...y cierro los ojos.

Abrazo mis pechos y los elevo al agua, fatídico error...el frío del agua y el calor de mi piel provocan estallidos de humedad en lo cálido y ardiente de mi intimidad.

Percibo su presencia...no me queda más que abrazarlo y sentirlo temblar.

En mi cara siento su aliento que quema...me sumerjo en su boca, ávida de deseos...con besos fuertes, poderosos, intensos Siento que me desea tanto que no va a parar hasta hacerme presa fácil de sus mas recónditos instintos...esos que desatan todas mis pasiones dormidas.

Siento el sudor que recorre la suavidad de su piel...y yo muero de sed.

Siento el placer y los gemidos que me arranca con sus dedos cuando hurgan en lo escondido de mí ser...cuando llegan y se quedan...cuando salen y regresan, provocándome espasmos de dicha.

Mis manos se pierden en su cuerpo, se enloquecen con lo pronunciado de sus curvas.

Abandona mi boca para navegar por mi cuerpo, por mi piel desnuda...descubre mi sensibilidad...sus labios me devoran sin parar ni piedad...su lengua caliente descubre mi apetito por él, en un salvaje ir y venir...de arriba a abajo...por los oscuros rincones de mis deseos. Se eleva y me abraza, y con una pasión tal que desgarra el alma, me alza sobre su vientre y se sienta en una banca.

Me besa con locura...me viste con su piel...aprendo de su locura.

Su sexo está rígido, su humedad es la mía, y se pierde en mi...me tortura con su poder...y se incrusta para siempre en mis mas oscuros delirios.

Oleadas de gemidos y placer se escapan de mi boca...gruñidos de pasión...siento morir de ansiedad en sus brazos.

Sus manos, brazos y piernas enredadas en mi cuerpo sacuden mis instintos en cada estocada...y yo cabalgo con desenfreno en pos de la victoria.

Estaba tan sumergido, tan profundo en mí, que de solo recordar, debo morder mis labios para no dejar escapar un gemido de deseos.

La saciedad llega de la mano de jadeos, movimientos rítmicos, espasmos, explosiones calientes que quemaban el interior de mi infierno, carnes fundidas en una unión perfecta e infinita...en un mismo suspiro...en un mismo latido...en la sordidez de un grito...

Y la calma...el sosiego...en mis labios el sabor de su cuerpo...besos suaves...tiernos...caricias templadas...

La sensación de su presencia aún está clavada en mí, como una lanza al rojo fuego.

Sé que no lo soñé.

Esta mañana anduvo en mi cuerpo.

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